A 43 años del vuelo solitario de Owen Crippa: el día que un Aermacchi enfrentó a la flota inglesa
El piloto naval argentino desobedeció las órdenes y atacó solo a la flota británica en el Estrecho de San Carlos: “La hice mierda, ¡preparen los cohetes!”
El 21 de mayo de 1982, Owen Crippa, teniente de navío de la Aviación Naval Argentina, escribió una de las páginas más temerarias de la Guerra de Malvinas. Ese día, salió en un vuelo de reconocimiento en solitario a bordo de un Aermacchi 4 A 115, un avión de entrenamiento apenas artillado, sin respaldo, sin escolta y con una orden clara: relevar información sobre movimientos navales británicos en San Carlos.
Pero tras sobrevolar el promontorio Güemes, Crippa se encontró de frente con la flota enemiga, desplegada entre el Puerto San Carlos y el frigorífico de la zona. Lo que debía ser un vuelo de observación se convirtió en un ataque audaz, temerario y clave para las operaciones argentinas posteriores. Vio un helicóptero Lynx inglés, comenzó a ganar altura para atacarlo y en ese momento vio la flota. No dudó. Aunque no tenía órdenes de atacar, decidió hacerlo, narró Crippa en una entrevista con Nicolás Kasanzew.
“Tiré a 150 metros, muy encima del buque”
El primer blanco fue la fragata Argonaut. Antes de abrir fuego, se dio cuenta de que no había activado el sistema de armamento: se olvidó de prender la llave master, contó. Corregido el error, disparó con cañones de 30 mm y cohetes Zuni a muy corta distancia. Impactó en zonas sensibles: el puente, las antenas y los sistemas de comunicación.

“Es como tirarle a un elefante con un rifle 22, solo que apuntando a los ojos”, ilustró Crippa sobre su limitado poder de fuego. Según el capitán del Argonaut, Kit Layman, tres marineros resultaron heridos, uno perdió un ojo, y hubo daños en el radar.
Martin Middlebrook, historiador británico, describió el ataque como “una acción bravía” y lo definió como un anticipo de la ferocidad y determinación que demostrarían los pilotos argentinos en los días siguientes.
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Escape entre fuego enemigo y una bitácora escrita en vuelo
Tras lanzar sus cohetes, Owen escapó a 700 km/h y a tres metros del agua, zigzagueando entre los buques británicos bajo fuego constante. Cuando pensó que había salido, se topó con una nueva agrupación de naves. No quiso exagerar al informar al comando, así que decidió quedarse orbitando y dibujar a mano un croquis con la posición de los buques en su cuaderno de pierna.

Luego voló rasante sobre las Alturas Rivadavia hacia Fitz Roy y retomó contacto radial con la torre de Puerto Argentino. Desde una lancha de Prefectura, Kasanzew y su camarógrafo Alfredo Lamela escucharon a Crippa gritar: “¡La hice mierda! ¡Le di a una fragata, le pegué los ocho cohetazos! ¡Tengan lista la munición, vuelvo a salir!”.
No lo dejaron volver a despegar. Fue llevado de inmediato al centro de operaciones, donde informó personalmente al general Menéndez y sus oficiales. Su testimonio fue fundamental: confirmó que el desembarco inglés principal ocurría en San Carlos, lo que permitió organizar ataques certeros por parte de la Fuerza Aérea y la Armada.

Una hazaña para la historia
Lo que Crippa hizo ese 21 de mayo fue mucho más que una desobediencia. Fue una acción individual cargada de valentía, ingenio y sacrificio, que anticipó la entrega de cientos de pilotos argentinos y cambió el curso táctico del conflicto.
Sin respaldo, sin protección aérea, en un avión de entrenamiento, Owen Crippa se metió cara a cara con una de las flotas más poderosas y salió ileso. A 43 años de aquella jornada, su nombre continúa grabado en la memoria colectiva como uno de los símbolos del coraje argentino en Malvinas.

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