La historia de la rosa blanca que acompaña la tumba del Papa Francisco
La flor que el Pontífice siempre recibió como respuesta a sus plegarias fue colocada ahora sobre su lápida en la Basílica de Santa María la Mayor.
Desde anoche, una rosa blanca descansa en silencio sobre la lápida de mármol que cubre los restos del papa Francisco en la Basílica de Santa María la Mayor. No es un gesto decorativo: representa el signo íntimo de su devoción a Santa Teresita de Lisieux, la mística carmelita a quien confió sus penas más profundas.

Una historia de fe y confianza
Durante su vida, Jorge Mario Bergoglio pidió a la santa no la solución a sus problemas, sino la fortaleza para aceptarlos. Y como respuesta, una rosa blanca solía llegar a sus manos. Así lo había contado en “El Jesuita”, el libro de entrevistas que trazó su perfil antes del pontificado.
Sobre una mesita en su departamento en Santa Marta, nunca faltaba esa flor blanca fresca. También la recibió en momentos cruciales de su misión pastoral, como en septiembre de 2013, tras la vigilia por la paz en Siria. Al regresar al Vaticano, un jardinero le entregó una rosa blanca recogida en los jardines.
El último regalo de Teresita
La última vez que Francisco recibió ese “signo” fue después de su internación en el Policlínico Gemelli, por una neumonía bilateral. Una rosa enviada desde Lisieux fue colocada junto a su cama, como un recordatorio silencioso de la fe que lo sostuvo hasta el final.
Ahora, la misma flor descansa sobre su tumba. Como una señal de continuidad, de gratitud y de la serena confianza en esa santa que acompañó su vida, su misión y su paso a la eternidad.
El Litoral.
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