“La payada fue mi canción de cuna”: Gerardo Melo payador y una vida de versos improvisados
El reconocido payador repasó su historia y reflexionó sobre la importancia de la tradición oral, al conmemorarse el Día Nacional del Payador el 23 de julio
Desde muy pequeño, Gerardo Melo descubrió que su despertar no era como el de cualquier niño: “Mi primera canción de cuna debe haber sido la payada”, recuerda con orgullo. En su infancia en el campo, su padre, lo despertaba con un programa de radio llamado Amanecer Argentino, donde desfilaban los grandes exponentes de la tradición oral: “Roberto Airala, Apachequito, Juan José García y tantos otros payadores que ya no están”.
La fecha que cada 23 de julio conmemora el Día Nacional del Payador encuentra en Melo a un protagonista de la escena que lleva más de cinco décadas representando esta expresión cultural en festivales de jineteada, folclore y teatros de todo el país. “Tengo más de 50 años en los escenarios. He trabajado desde Jujuy hasta Santa Cruz, en grandes y pequeños festivales”, destaca.
Con la guitarra como aliada, su vocación surgió desde temprano. “Lo primero que hice cuando tuve una guitarra fue tratar de emular a esos grandes payadores. Quería recitar sin saber que un día iba a florecer en mí esta condición, que es un don que Dios nos dio: improvisar en distintas métricas”, relata. Y compara: “Como el futbolista que ya nace con la habilidad, el payador nace con el don, pero hay que pulirlo como al diamante en bruto”.
Historia y verdad sobre el origen del Día del Payador
Gerardo Melo también aclara un error común sobre el origen de la fecha conmemorativa: “El 23 de julio de 1888 se dio la primera payada paga, pero no fue en Paysandú como se dice por ahí, sino en Montevideo, en una cancha de pelota. Allí se enfrentaron Gavino Ezeiza, nuestro payador moreno, con Juan José de Navas. Fue la primera vez que les pagaron por payar, por eso se toma esa fecha como Día del Payador en Argentina”.
Una tradición con historia… y con riesgo
Melo también recuerda que en tiempos antiguos, una payada no era un simple duelo de versos. “Mucha gente ignora que en aquellas épocas, los hombres no llevaban zonajero, llevaban un facón. Y hay registros de payadas que terminaron muy mal”, revela. “Una payada puede ser un canto de amor o una ofensa muy fuerte. Es un arma de doble filo”.
Hoy, la situación ha cambiado: “Gracias a Dios la gente ha evolucionado. Hoy hay payadores con mucha preparación, algunos son abogados, arquitectos, tienen otro nivel cultural. Pero la raíz sigue siendo la misma: el canto improvisado como expresión del hombre rural”.
En los encuentros de payadores, el contenido no lo eligen los artistas: ,“Los temas salen de una bandeja, y uno no sabe qué le va a tocar. Así se enfrenta al oponente —no al adversario— porque la payada no busca enemistad, sino lucimiento” explica con precisión.
La vigencia del canto nativo
Con una humildad que lo caracteriza, Melo cierra con un mensaje de respeto hacia el arte que lo acompaña desde siempre: “No hay que denigrar el canto nativo. A muchos payadores les costó sangre mantener viva esta tradición. Nosotros tenemos que seguir honrándola”.
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