¿Por qué a algunos les cuesta madrugar y a otros no? La ciencia tiene la respuesta… y está en las matemáticas
Una investigación internacional reveló cómo influyen la edad, la luz y el reloj biológico en los hábitos de sueño. El hallazgo podría ayudar a mejorar la calidad del descanso.
¿Sos de los que saltan de la cama al amanecer o de los que posponen la alarma una y otra vez? ¿Te cuesta dormirte temprano o sos de los que se duerme viendo la tele? La explicación no está solo en los hábitos: según un estudio publicado en Biological Timing and Sleep, hay razones fisiológicas y matemáticas que determinan por qué algunas personas madrugan con facilidad y otras no.
Un equipo de científicos de la Universidad de Surrey, en Reino Unido, retomó el clásico modelo de “dos procesos” del sueño (2PM), que sostiene que el descanso está regulado por dos mecanismos:
- Presión homeostática: aumenta cuanto más tiempo estamos despiertos.
- Ritmo circadiano: el reloj biológico que marca nuestros ciclos de sueño y vigilia cada 24 horas.
A través de simulaciones matemáticas, los investigadores descubrieron cómo estos dos procesos interactúan y varían según la edad, el entorno y la exposición a la luz.
¿Por qué los adolescentes trasnochan y los mayores se despiertan temprano?
Uno de los hallazgos más relevantes es que los ritmos del sueño se modifican con la edad.
- Bebés: pueden dormir siestas algunos días y otros no, dependiendo de la acumulación de presión homeostática.
- Adolescentes: tienden a dormir más y a acostarse más tarde, en parte por cambios fisiológicos, pero también por la exposición a pantallas y luces artificiales.
- Adultos mayores: suelen despertarse más temprano, no por “envejecer” el reloj biológico, sino por la reconfiguración de estos sistemas.
El estudio también destaca cómo la iluminación artificial y el tiempo en interiores afectan el ritmo circadiano. Luces encendidas por la noche o el uso constante de pantallas pueden alterar el reloj interno, provocando insomnio o desplazamientos en los horarios de sueño.
La profesora Anne Skeldon, directora de la Escuela de Matemáticas de la Universidad de Surrey, explicó que este nuevo conocimiento permite diseñar intervenciones personalizadas: “Con pequeños ajustes en la luz, la rutina o la biología, podríamos mejorar la calidad del sueño de muchas personas”.
Por su parte, el profesor Derk Jan Dijk, coautor del estudio, remarcó el poder de las matemáticas para resolver problemas cotidianos: “Con los datos y modelos adecuados, podemos ofrecer consejos personalizados y desarrollar nuevas formas de abordar los trastornos del sueño provocados por la vida moderna”.
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