¿Qué comerán y beberán los cardenales durante el Cónclave en el Vaticano? Las prohibiciones y los permitidos
La cocina de la Casa Santa Marta ofrecerá menús sencillos pero de calidad, bajo estrictas normas de confidencialidad
Mientras el mundo aguarda la señal de humo blanco desde la Capilla Sixtina, dentro del Vaticano se despliega una máquina organizativa silenciosa pero esencial: la cocina que alimenta a los cardenales electores durante el Cónclave.
Con un sistema riguroso de reclusión y control, los religiosos recibirán desayuno, almuerzo y cena de primera calidad, pero bajo estrictas normas de sobriedad y secreto.

La organización detrás de las comidas
Todos los cardenales electores se alojan en la Casa Santa Marta, donde se instaló una cocina exclusiva para el evento.
El personal, compuesto por chefs laicos y camareros cuidadosamente seleccionados, opera bajo juramento de confidencialidad, con comunicaciones reducidas al mínimo y bajo vigilancia de la seguridad vaticana.
Está prohibido el uso de teléfonos, dispositivos electrónicos y cualquier contacto con el exterior.
En los cónclaves más recientes, incluso se instalaron dispositivos antiespionaje en áreas comunes y cocinas, para asegurar el absoluto hermetismo.

Menú diario de los cardenales
La alimentación se caracteriza por su sencillez y equilibrio:
- Desayuno: café, té, pan fresco y mermelada.
- Almuerzo: entrada, plato principal, guarnición y fruta.
- Cena: un servicio más liviano pero similar al almuerzo.
El vino está permitido en pequeñas cantidades, solo a pedido, pero están prohibidas las bebidas destiladas. Las comidas, aunque sencillas, se inspiran en la tradición culinaria italiana, con platos como risottos, pastas, carnes blancas, pescados al horno, vegetales grillados y frutas de estación. Los domingos, de manera excepcional, se puede ofrecer un postre como una tarta o un budín.
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Las necesidades particulares, como alergias o intolerancias, son atendidas en la medida de lo posible, aunque no se aceptan pedidos “gourmet”.
Historia de la comida en los Cónclaves
La alimentación en los cónclaves ha evolucionado con los siglos. En 1274, el papa Gregorio X estableció normas drásticas: si en tres días no había papa electo, los cardenales debían alimentarse solo con un plato por comida; y tras ocho días, apenas pan, vino y agua.
El objetivo era acelerar las deliberaciones, evitando estancamientos como el que sufrió su propia elección, que duró casi tres años.
Gracias a esas medidas, en el cónclave de 1276, el nuevo pontífice fue elegido en solo un día. Hoy, aunque las reglas son más humanas, el espíritu de sobriedad y discreción se mantiene como una de las tradiciones inalterables del Cónclave.
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