Dimitió la ministra cubana de Trabajo tras afirmar que en la isla no hay mendigos
Las declaraciones de Marta Elena Feitó provocan una oleada de indignación y la desautorización del propio Díaz-Canel
Bastaron 48 horas para que la ministra de Trabajo y Seguridad Social, Marta Elena Feitó Cabrera, dimitiera del cargo tras asegurar que en Cuba no existen mendigos, sino personas “disfrazadas de mendigos”. Las calles del país, repletas de “buzos” de tanques de basura, de ancianos durmiendo en los portales o de gente extendiendo la mano para pedir dinero desmienten lo que dice la ministra y rebaten la idea del proyecto social de la Revolución. Las declaraciones provocaron tal ola de repudio entre los cubanos dentro y fuera de la isla que esta crisis no solo terminó con la renuncia de la funcionaria, sino que llevó al gobernante Miguel Díaz-Canel, y a su primer ministro, Manuel Marrero, a discrepar con una de los suyos y reconocer.
En la noche del martes, la prensa oficial cubana difundió lo que, por el momento, todos exigían pero nadie sospechaba: el anuncio de que “la compañera” ministra “reconoció sus errores y presentó su renuncia al cargo”. Aunque probablemente fue el propio Gobierno quien exigió su dimisión, resulta sintomático cómo esta vez hablaron de “renuncia” y no de “liberación de sus responsabilidades”, como hizo el Ejecutivo el año pasado, cuando destituyó a Alejandro Gil de los cargos de viceprimer ministro y ministro de Economía y Planificación. Se trata de la primera vez que un alto dirigente cubano deja el cargo debido a la rabia ciudadana.
En el cargo de ministra desde 2019, Feitó Cabrera, de 63 años, es ingeniera en Economía y Organización de la Industria de Construcción de Maquinarias. Tiene un Máster en Sistemas de Gestión y Dirección de Seguridad Social y es miembro del Comité Central del Partido Comunista. Su intervención en la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP) resonó con fuerza en los cubanos, hastiados de la profunda desconexión entre los gobernantes y el pueblo.
“Hemos visto personas, aparentemente mendigos. Cuando usted le mira las manos, le mira las ropas que llevan esas personas, están disfrazadas de mendigos, no son mendigos. En Cuba no hay mendigos”, dijo la ministra durante la sesión convocada para dar a conocer precisamente las políticas públicas de protección de los sectores vulnerables de la sociedad. Luego añadió que “cuando hay personas que están en la calle limpiando parabrisas [...] han buscado un modo de vida fácil, en semáforos, pidiendo, limpiando y posiblemente después con ese dinero lo que van a hacer es tomar”, en referencia al consumo de alcohol. Incluso se atrevió a asegurar que “estas personas están recuperando materia prima y lo que son… son ilegales del trabajo por cuenta propia”.
Las palabras de la ministra de Trabajo y Seguridad Social contradicen los datos que ella misma ofreció el pasado año en una reunión del Consejo de Ministros. Según sus cifras, en el país hay poco más de 3.700 pacientes que permanecen en los siete centros de Protección Social distribuidos por toda la isla, de los cuales el 38% son menores de 60 años sin domicilio al cual regresar. No obstante, no existe una cifra oficial que muestre la dimensión del panorama en Cuba y contabilice las verdaderas víctimas de la pobreza que atraviesa el país.
Las declaraciones bastaron para que estallara la ira popular, que llevó a la gente a denunciar a la funcionaria en redes sociales, y a un grupo de intelectuales, activistas y ciudadanos a recolectar firmas para exigir su destitución. En medio de la polémica, Díaz-Canel salió al ruedo a decir que no compartía “algunos criterios” emitidos en la asamblea. “Es contraproducente emitir juicios como estos cuando estamos reconociendo la existencia de un problema”, sostuvo. Marrero, el primer ministro cubano, echó mano del viejo discurso oficial y recordó que “las personas, familias y comunidades en situación de vulnerabilidad siempre han sido y serán una prioridad de la Revolución, una obra de humanismo y justicia social”.
En medio de esta polémica, Díaz-Canel también reiteró el discurso que por años han escuchado los cubanos: “La revolución no puede dejar a nadie atrás, esa es nuestra divisa, nuestra responsabilidad militante”. Pero la realidad es que el castrismo -en la peor crisis de todos sus tiempos- se hace cada vez menos cargo de su gente.
Con información de El País
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