Concreto asfáltico vs. hormigón: claves para entender las decisiones en la pavimentación de Rafaela
Una mirada a la historia, las diferencias técnicas y los desafíos actuales de la obra pública en la ciudad
En la ciudad de Rafaela, la pavimentación de calles ha sido históricamente uno de los ejes de la planificación urbana. Sin embargo, elegir qué tipo de material utilizar no es una decisión menor: implica evaluar costos, tiempos de ejecución, mantenimiento y, sobre todo, durabilidad.
Entre las dos alternativas principales —el hormigón y el concreto asfáltico— se han tomado diferentes caminos a lo largo del tiempo. Hoy, la Municipalidad busca avanzar hacia soluciones definitivas, con una mirada puesta en el largo plazo.
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Dos materiales, dos estrategias
El hormigón y el concreto asfáltico (más conocido como “asfalto negro”) son los dos grandes protagonistas en las calles rafaelinas. El primero es más resistente, ideal para zonas de tránsito pesado y con una vida útil que puede superar las tres décadas. El segundo es más económico en su ejecución, más rápido para aplicar y fácil de reparar, aunque tiene una durabilidad mucho menor —entre 8 y 15 años, según las condiciones de uso y base estructural.

“El pavimento de hormigón es rígido, tiene estructura propia y puede suplir deficiencias del suelo. En cambio, el asfalto copia lo que tiene abajo, así que si la base está deteriorada, el concreto asfáltico lo sufre más rápido”, explicó el secretario de Infraestructura, Servicios y Ambiente, Nicolás Asensio, en diálogo con RADIO RAFAELA.
Desde el punto de vista operativo, el hormigón requiere mayor tiempo de obra, ya que debe fraguar antes de habilitar la calle al tránsito. El asfalto, en cambio, permite abrir la calzada casi de inmediato, pero requiere una planta de producción en caliente que, hoy por hoy, Rafaela no tiene.
Una historia asfaltada
La historia del concreto asfáltico en Rafaela se remonta a los años '80, con la vuelta de la democracia y la ejecución de obra pública. En ese contexto, una empresa local se convirtió en la principal contratista de la Municipalidad y fue la encargada de adquirir una planta de asfalto para producir este tipo de pavimento.

Durante esa época se realizaron importantes intervenciones con concreto asfáltico, como el recubrimiento del empedrado en calles céntricas como San Martín y Sarmiento, y el asfaltado de la cuadra del actual Predio de la Flor. Aquellas obras, realizadas entre 1985 y 1990, buscaban resolver problemas de transitabilidad de manera rápida y con bajo presupuesto. Hoy, algunas de esas cuadras permanecen originales, y muchas han superado con creces su vida útil.
Con la llegada de la convertibilidad, la brecha de costos entre hormigón y asfalto se achicó, y la contratista local retiró su planta de la ciudad. Paralelamente, se sumó una hormigonera al mercado local, lo que permitió que las obras en hormigón comenzaran a ganar terreno. Desde entonces, este material ha sido el elegido para la mayoría de los proyectos de pavimentación.
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Una actualidad que pide soluciones definitivas
“La realidad hoy es que no tenemos planta de asfalto operativa en la ciudad. La que había está completamente en desuso: tiene tecnología vieja, calefacción a kerosene y ya no cumple con las normas de seguridad”, explicó Asensio en diálogo con este medio.
Frente a esta situación, el municipio cuenta solo con equipamiento para bacheo parcial. “Lo que hacemos ahora es tapar pozos, pero no es una solución definitiva. Vamos cuatro veces al año a la misma cuadra y se vuelven a abrir nuevos pozos. Es una base que ya está rota, cumplió su vida útil”, subrayó el funcionario.

El plan anterior de pavimentación, aprobado por ordenanza en 2023, aún sigue vigente pero no se concretó ninguna cuadra. Según Asensio, “la idea es cambiarle el rumbo” y avanzar con un nuevo esquema que contemple tanto las calles pendientes como aquellas que requieren repavimentación. “Estamos viendo que los vecinos comprendan esta parte y, mediante el sistema de contribución por mejoras, avanzar en rehacer calles con hormigón”, afirmó.
En ese sentido, el funcionario indicó que principalmente en barrios antiguos, con alta densidad de población, las calles asfaltadas hace más de 35 años ya no resisten más intervenciones parciales. “Hay pavimentos de concreto asfáltico que se hicieron con bases provisorias. Pasaron 40 años y se siguen emparchando. Ya no se puede más”, insistió el secretario.
La decisión estratégica: pensar en 30 años
En la actualidad, la Municipalidad de Rafaela apunta a obras duraderas, aunque requieran una mayor inversión inicial. “Cuando se hace un convenio de contribución por mejoras, el hormigón tiene 30 años de vida útil. Si se cumple ese ciclo, se puede volver a ejecutar y nuevamente cobrar al vecino. Con el asfalto eso no sucede porque dura mucho menos y es más caro de reparar”, explicó Asensio.

Además, al no contar con infraestructura propia para producir asfalto en caliente, la logística se encarece y complica. “En la zona ya no quedan muchas plantas. Y nosotros no tenemos ni los equipos ni el personal necesario para eso”, agregó.
Por eso, la tendencia actual es avanzar con hormigón en los proyectos nuevos y también en los que se planifican como repavimentaciones. “Queremos darle transitabilidad a muchas cuadras de la ciudad que están en barrios históricos. Y hacerlo con una solución definitiva, no con parches que al poco tiempo se rompen”, concluyó el funcionario.
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