El vaciamiento del INTA: la carta viral de un investigador que conmueve al país
Sebastián Bonnin, doctor en Ciencias Forestales, renunció al INTA denunciando desfinanciamiento y abandono. Su carta se volvió viral y expone una crisis silenciosa que golpea a la ciencia argentina.
En su carta titulada “Carta de un (ex) investigador”, Bonnin recorre su vínculo con el INTA desde sus años como estudiante hasta su salida. “Hace 12 años fui a Castelar. Le dije a una amiga que quería usar el chalequito del INTA. Y lo logré. Fui becario, investigador, parte de un equipo. Hoy me voy, no porque quiera, sino porque ya no se puede más”.
“Lloramos pérdidas, nos despedimos de amigos. Escuchamos al Presidente tratarnos de vagos mientras trabajamos 10 horas diarias. El cuerpo pasa factura: estrés, médicos, angustia. Me voy, otro grano de arena que le mejora el Excel a un burócrata que gana cinco veces más que yo”, escribió.
La carta fue compartida por cientos de usuarios y referentes del ámbito científico, que ven en este testimonio el reflejo de una crisis más profunda: la destrucción del sistema público de ciencia y tecnología.
Por más de 40 años, el Programa de Mejoramiento Genético de Álamos del INTA Delta del Paraná fue un faro de innovación forestal en el país. Hoy, ese faro se apaga. La renuncia del investigador

deja acéfala un área clave y visibiliza el desmantelamiento de una de las instituciones científicas más prestigiosas del país.
La carta
Carta de un (ex) investigador.
La erosión del INTA se lleva otro grano de arena. Ocho años. De joven egresado a becario. De becario a joven investigador. El inicio de una carrera profesional, un eslabón más en una cadena de larga data. Una economía regional, una institución metida en el medio del territorio. Clave, fundamental, indispensable. De esas que hacen lo que nadie hace, de las que brindan una respuesta a los que solo pueden buscarla ahí. El INTA, ese majestuoso instituto nacional. Su versión más local, cercana, territorial.
Hace 12 años fui como estudiante de Ingeniería Forestal a visitar un laboratorio de INTA Castelar, o al menos eso cree mi memoria. Creo que sí, que era en Castelar.
Lo que sí recuerdo con nitidez es que al salir íbamos caminando con mi amiga Carolina. Le dije que me veía ahí, que cuando me reciba iba a usar uno de esos chalequitos con el logo del INTA. Así fue. Cuatro años más tarde me recibía para iniciar una beca doctoral. A los pocos meses, el chalequito. Uno de esos mimos al ego, el orgullo de sentirte parte de algo más grande, la ilusión de una carrera profesional por delante. Un privilegiado, un pibe consciente de que había salido de la facultad con laburo gracias a la confianza de un equipo que apostó por él.
Escribieron un proyecto, le dieron forma y sustento. Me convocaron. Me sumé. Nos eligieron. Empezábamos a ser un equipo. Un equipo que se agrandó y trabajó mucho. Muchísimo.
INTA es una marca. Se ganó un lugar en la sociedad. Todos lo conocen. Nos conocen. No en vano tiene más de 60 años en el lomo. Uno es apenas un granito de arena de una montaña enorme. Los gigantes del agro, los más chicos de una región. Todos saben qué es el INTA, quiénes hacen al INTA y, sobre todo, por qué lo necesitan. Saben que cada peso que el Estado pone se multiplica y genera otros 10.
La inversión, el crecimiento, la competitividad. El INTA que enorgullece al país cuando saca chapa de campeón, y lo es. Ese que quieren mostrar en las grandes ferias, al que convocan para la foto. El logo que todos quieren que apoye. Lo conocen. Nos conocen.

Me voy.
A fuerza de ajuste, desfinanciamiento y desmantelamiento la montaña de arena tiene cada vez menos granitos. Algunos se los llevó el viento. No los reemplazó nadie. A nadie le importó (o al menos así se sintió desde adentro). Lloramos pérdidas, nos despedimos de amigos, vimos cómo aquel “ramal que para, ramal que cierra” tenía su versión 4.0. Malabares para trabajar, desmotivación, tristeza en las oficinas. Todo mientras escuchas al Presidente tratarte de vago después de estar sentado 6 horas en un streaming. Anoche largaste la computadora tarde, hoy atendiste al que le aplaudió la frase pero hoy te necesita. El cuerpo te pasa factura, visitaste 4 médicos en un mes. Estrés y angustia: ¡qué combo! De yapa, la inmobiliaria te avisa que este mes vuelve a aumentar el alquiler. Otro mes más rezando que no se rompa la heladera porque es game over.
Me voy.
Otro grano de arena más que le mejorará el excel a un burócrata que quintuplica mi salario y tiene chofer personal. “Ni yo ni mi equipo queremos que esto se discontinue” dijo mirándome a la cara tres días antes de presentar un plan de 1500 despidos. Hipócrita. Seguramente vuelva a visitar alguna experimental diciendo que nos valora y mañana dirá con orgullo que presidió el INTA. Todos quieren la marca, es un orgullo. Algunos la honramos, otros la pisotean.
Me voy.
Con el abrazo de mis compañeros que ese burócrata jamás tendrá.
Dr. Ing. Forestal Sebastián Bonnin
Ex investigador
INTA Delta
Mayo de 2025
“No llego a fin de mes”: ciencia en retirada
En diálogo con María O’Donnell por Urbana Play, Bonnin explicó las razones personales y estructurales que lo llevaron a tomar esta decisión. “Hace meses no llego a fin de mes. Tengo que acudir a mi familia para sobrevivir”, confesó.
Pero más allá de lo personal, advirtió sobre el impacto institucional: “Yo puedo resolver mi situación, pero el programa en el que trabajaba queda vacío. Y no hay nadie detrás que lo continúe”.
La renuncia de Bonnin no es un caso aislado. Representa una tendencia que, según investigadores y trabajadores del INTA, responde a un proceso intencional de ajuste y desfinanciamiento impulsado por el Gobierno nacional, con despidos, jubilaciones no reemplazadas y áreas desmanteladas.
Cuarenta años de trabajo en peligro
El Programa de Mejoramiento Genético de Álamos, que hoy queda sin personal a cargo, ha sido un eje de desarrollo para el sector forestal. Bonnin destacó logros históricos, como el trabajo de la investigadora Teresa Cerrillo, quien desarrolló variedades de sauce que hoy utiliza Papel Prensa, reduciendo de 20 a 10 años el ciclo productivo. “Eso es INTA”, subrayó. “Eso es innovación público-privada que da resultados concretos”.
Según Bonnin, “los números son contundentes: por cada peso que el Estado invierte en el INTA, recupera once. Pero el sector privado calla. Y el Estado desmantela”.
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