Vacaciones frente a la pantalla: cuando el recreo se convierte en encierro
Mientras las aulas descansan y los días se acortan, miles de chicos encuentran su refugio en un mundo digital sin pausa. Los pediatras advierten: crece la adicción a las pantallas en plena vacaciones de invierno.
El televisor prende a las nueve, después del desayuno. A eso de las diez, el celular ya está en la mano. A mediodía, hay una pausa para comer, y después... la tablet. Así, casi sin que nadie lo note, pasan cuatro, cinco, hasta seis horas frente a una pantalla. Y eso, para muchos chicos, no es excepción: es rutina.
En las vacaciones de invierno, los especialistas ven con preocupación cómo se dispara el tiempo de exposición digital. Y lo que parece una simple forma de entretenimiento, empieza a mostrar un rostro menos inocente: el de la dependencia.
“Tecnodependencia”: la nueva palabra que preocupa
La Sociedad Argentina de Pediatría lo dijo claro: los chicos están cada vez más conectados, pero también más aislados. Según sus estudios, niños de apenas 2 años ya pasan más de dos horas diarias frente a una pantalla. Entre los 3 y los 5 años, esa cifra se triplica. Muy por encima del máximo recomendado.
Lo que empieza como una forma de distracción, termina tomando el control del día. Y no es casualidad: la tecnología está diseñada para eso. Notificaciones, sonidos, recompensas digitales. Todo pensado para enganchar.
Lo que no se ve, pero se siente
No se trata solo de tiempo perdido. El uso excesivo de pantallas altera el sueño, cambia los hábitos alimenticios, reduce la actividad física, afecta la postura y, lo más grave, limita el desarrollo emocional y social de los chicos.
“Están más irritables, les cuesta concentrarse, duermen peor y se aíslan”, dicen pediatras y psicólogos. A esto se suma el riesgo de exposición a contenidos inapropiados, la pérdida de vínculos reales y el debilitamiento de la imaginación. Porque sí: en el mundo digital todo está servido. Y cuando todo está dado, ya no hay espacio para crear.
El poder de un “no” y el valor del aburrimiento
Frente a este panorama, la receta es más humana que tecnológica. No hay que eliminar las pantallas, pero sí acompañar, limitar y ofrecer otras opciones.
Hablar y acordar reglas claras, no como imposición, sino como pacto familiar.
Proponer salidas, juegos, cuentos, cocina, caminatas, incluso sin gastar dinero.
Permitir que se aburran, porque es ahí donde nace la creatividad.
Como dicen algunos especialistas, “no hay mejor regalo para un chico que el tiempo y la presencia real de un adulto”. Y en vacaciones, eso vale doble.
Para comentar, debés estar registradoPor favor, iniciá sesión